La gente no se entiende, esto es un hecho. Habrá cientos de razones, una de
ellas es porque no queremos entendernos, pero desde luego es algo cada vez más
común. Pienso que el problema debe de ser que cada vez estamos más locos y eso
provoca que nuestros caminos cada vez se ramifiquen y se separen más, y que
igual por eso nos cuesta entendernos. Tampoco deben de ayudar muchos los
prejuicios, como ya conté en "Juicios y prejuicios", es mucho más fácil
empaquetar a alguien en una conducta y olvidarnos de esa persona que realmente
pararnos a ver qué sucede.
A lo largo de mi corta vida yo también he aprendido muchos vicios de estos
que nos enseñan en todas partes y que vemos en la televisión y, peor todavía,
en nuestras casas, y creo que uno de estos vicios, igual uno de los mayores, es
la empatía. Considero que es una de las grandes culpables de que las personas
estemos cada vez más lejos. La gente de mi generación (no sé las anteriores ni
las posteriores) seguro que deben de preguntarse si me he vuelto loco, ¡con la
de horas de educación para la ciudadanía (o como leches se llamara) que dimos
para aprender a ponernos en el lugar de los demás!
Todo eso no es más que bazofia psicológica con la que crecimos, mentiras
que nos contaban para dormir mejor. La empatía no existe, es una ilusión que
nos enseñan para creernos mejores y para descartar rápidamente a las personas.
Es un bicho que nos hace creernos con el derecho de decir a los demás cómo
deben vivir su vida, señalarle los errores que cometen y mirarles con aire de “yo
lo haría mejor que tú” rodeados siempre de nuestra aura de sabiduría imaginaria
y gilipollismo extremo.
Mirad, usando dos polos opuestos: una persona que no haya pasado hambre no
puede aconsejarle a alguien marginado cómo debe vivir su vida, no puede pensar “yo
en su lugar sería capaz de salir de ahí, no me drogaría, ni me vería robando”,
ni mirarle con desprecio por caer en la drogadicción, simplemente no puede, el
ser humano es completamente incapaz de ponerse por completo en el lugar de
otro, sentir lo que la otra persona, y vivir lo que le ha llevado hasta ese
punto. Pero no hace falta irse tan lejos, dos compañeros de escuela que
estudien lo mismo desde niños tampoco pueden. Cada persona es distinta, sus
condiciones, sus sentimientos, su sensibilidad, su entorno, pueden ser
radicalmente opuestos. La empatía está siempre equivocada, incluso entre
hermanos gemelos.
Los ricos gobiernan sin entender a los pobres, los pobres no dejan de
asombrarse con las decisiones que se toman, y cada vez unos están más lejos de
los otros, en todos los aspectos. Es evidente que no funciona.
Puede usarse para bien, para entender qué puede sentir otra persona,
sabiendo que jamás lo entenderemos completamente, pero aún así ser capaces de
ayudar, pero no puede usarse para dar lecciones a nadie. Yo me he encontrado
personalmente a este tipo de personas, las llamaremos “oportunistas sangrientos”
por usar un nombre así transgresor. Bien, pues estas personas son un tipo de
personas que desaparecen cuando necesitas ayuda de cualquier tipo, se esfuman
cual ninja, rata o murciélago, pero que, aunque tú no las veas, siempre te
vigilan desde su oscuridad, o desde los cielos en los que creen estar,
esperando el momento en que huelen sangre, tu momento de debilidad, entonces
aparecen de la nada como si de un truco de magia se tratara para hacerte un
juicio en el que no tendrás abogado, creyendo que lo saben todo de ti y que,
por supuesto, tú eres un idiota que no sabe nada y debes seguir el camino que
ellos te enseñarán.
Todos lo hacemos, o todos lo hemos hecho en algún punto de nuestras vidas,
mirar a alguien y pensar “¿Pero cómo puede actuar así? ¿No ve que la está
pifiando? ¿Qué está haciendo con su vida?” y otras cosas peores que cada uno
podéis reflexionar. No sé si es por sentirnos superiores, o porque no sabemos
hacerlo de otra forma, pero estamos tan equivocados… Toda conducta tiene su
explicación, y si no la sabemos ver, es que no somos lo suficientemente
inteligentes, o que no hemos querido mirar con la suficiente atención. Y a lo
mejor sí, oye, a lo mejor tú en la situación de la otra persona lo harías
mejor, puede ser, pero nunca lo sabremos porque no es tu situación, y
honestamente, ¿a quién cojones le importa?
No niego que sea posible que exista gente triste, mala, perezosa o
antipática por naturaleza, habría que preguntarle a Punset para estar seguros. Pero
de lo que estoy seguro es que la mayoría de personas desarrollan esas conductas
por una causa, no son así por el aire, siempre hay una razón, y nadie tiene
derecho a juzgar a otra persona sin mirar antes muy dentro y ofrecer toda su
ayuda, y puede que ni siquiera entonces. Además se da el caso de que las
personas con más capas, como intenté explicar en “Miedo”, suelen ser las más
sensibles, y su forma de evitar a los mencionados vampiros no brillantes, de
protegerse, es la antipatía, la distancia, o, si se sienten menos fuertes, la
tristeza extrema o la depresión, llegando a puntos que no me atrevo ni a
averiguar.
Ojalá pudiéramos ver en lugar de mirar, ojalá nos fijáramos más, ojalá
existiera de verdad la empatía y pudiéramos por un momento estar en la
situación de la otra persona, ojalá hubiera menos chupasangres y más donantes,
ojalá nadie estuviera solo nunca más, ojalá esta reflexión personal le sirva a
alguien para preguntarse “¿por qué?” la próxima vez, y entonces esto que
escribo habrá merecido la pena.
City of Ember – “Fíjate en lo que nadie se fija y verás
cosas que los demás ignoran.”
¡Si has pasado por aquí y te apetece, salúdame, por la vía que quieras!
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